De vez en cuando oigo de personas que tienen problemas o se enfrentan a situaciones que ellos creen que no tienen esperanza. Lo que a menudo les trae un rayo de esperanza es señalar que si en realidad estuvieran sin esperanzas no estarían buscando ayuda por medio de la oración. Mi trabajo como practicista de la Ciencia Cristiana es dar esta clase de ayuda. La oración llega a los rincones más oscuros del pensamiento y trae curación y transformación, incluso la restauración de la esperanza.
La autora Emily Dickinson capturó la santidad y la eternidad de la esperanza en forma única en este hermoso dicho de uno de sus poemas: “La esperanza es eso con plumas, que se posa en el alma, y sin palabras su canción entona y nunca se calla”.
La razón por que no podemos estar sin esperanzas es simple. La Biblia dice en los Salmos: “Porque tú, oh Señor Jehová, eres mi esperanza” (Salmo 71:5). No podemos estar sin esperanzas porque no podemos estar sin Dios. Como hijos de Dios poseemos esa inseparabilidad con Él. La Deidad no puede existir sin Su expresión, la imagen y semejanza llamada el hombre, que incluye al hombre y a la mujer. Tampoco puede el hombre existir sin Dios. Esta relación espiritual es una verdad eterna y tiene el poder de levantarnos de la desesperación, el desaliento, la enfermedad y los desastres de cualquier naturaleza.
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